El gran recuerdo que tengo de Primož, fue su vehemencia, su particular personalidad y su voluntad para hacer las cosas.
En las reuniones de la Subcomisión de Esquí del CAB, en la década de 1980 y comienzos de 1990, lo vi como participante, junto con otros integrantes que llevaron la actividad de la Escuela de Esquí y del refugio infantil en el Cerro Catedral, realizar un trabajo muy grande. Recuerdo a Carlos Gardella, Julio Moreschi, los Fato, Juan Carlos y Ana, Ricardo Arenas, Pedro Klempa que era el director de la escuela, Don Gerardo Seri, Víctor Enevoldsen y varios más…
Y así en la reunión semanal nos quedábamos hasta altas horas de la noche, hablando y discutiendo de esquí, de carreras, y planificando qué hacer.
Y también nos queda el recuerdo de cuando se decidió ampliar el refugio infantil del Cerro Catedral, y salíamos nosotros, los diez de siempre, todas las semanas a trabajar allá, y ahí estaba, firme el gringo Primož… pintando, rasqueteando, llevando bolsas, siempre sonriente y con un perfil bajo total. Lo mismo lo hacía su esposa.
Sus hijos también practicaban el esquí y competían y así los veíamos a Mariano, Natasha, Vanessa y Nicolás, corretear entre los que estábamos trabajando en el refugio… hasta que se hacía de noche.
Lo recuerdo en su Peluquería, siempre atento, bien arreglado, todo un gran profesional, así que siempre se lo veía de dos maneras, en el Club Andino Bariloche colaborando y en su trabajo de peluquero.
Lo gracioso era que muchos se confundían su nombre, algunos le decíamos Marolt, otros lo trataban de Primož, por el nombre de su peluquería. Me acuerdo una noche que le tuvimos que pedir que nos dijera como se llamaba realmente, fue muy divertido. Conclusión: cada uno lo siguió llamando como le parecía. Y él siempre con una sonrisa y su eterno cigarrillo.
Y ni hablar si necesitábamos plata para el refugio infantil en Catedral. Hicimos muchas comidas y fiestas donde invitamos a participar a los socios. Es más, la “fiesta del sombrero“, con cena y baile incluido, era comentada en nuestra ciudad como una de las mejores del invierno… y allí estaba el gringo Marolt, incansable, cocinando entre ollas y sartenes, siempre sacando algo rico para comer.
La plata no alcanzaba, lo hacíamos todo a pulmón y que felicidad cuando lo lográbamos. La finalidad era una sola, los chicos y el esquí.
Y por supuesto, también lo recordamos trabajando incansablemente en muchas competencias de esquí en el cerro Catedral.
En definitiva, en estas dos décadas de 1980 y 1990 tuvimos un buen socio, que trabajó muchísimo para el desarrollo del esquí infantil del CAB, el reconocido gringo MAROLT.
Quedará con nosotros, en nuestra memoria, en nuestro corazón, como un gran socio. Era un buen tipo, macanudo, trabajador, perfil bajo y siempre dispuesto a ayudar en lo que sea.
Ronald Monrás