El GEDA, Grupo Excursionista de Adultos, no solo sube montañas – Por Liliana Schiavo
En estas 39 temporadas de actividad del GEDA los organizadores, sus guías y ayudantes, decidieron que había que diversificar las actividades, ya que la región circundante, el Parque Nacional Nahuel Huapi y los otros que se encuentran muy próximos, ofrecen la oportunidad de conocer otros lugares, desde otra óptica. Apenas concluida la época del esquí, se inician las temporadas del GEDA, y qué mejor que aprovechar la nieve para ir “calentando motores y articulaciones” con una raqueteada.
Es esperado ese momento de reencuentro con el grupo y es una de las salidas más coloridas, ya que a veces hay nevadas tardías en setiembre – octubre y es la oportunidad de lucir nuestras vestimentas de protección, y emular al Yeti o “ pie grande “ al dejar nuestras enormes huellas en la nieve virgen. La elección del lugar es difícil ya que caminar por el bosque de lengas del Cerro Otto o Challhuaco, compite con el Cerro Perito Moreno en El Bolsón, o llegarnos casi al límite con Chile y subir el Cerro Mirador, o recorrer las pistas desiertas en el Cerro Bayo.
Hablé de actividades, y algunas fueron muy osadas. Cuando se propuso iniciarnos en el rafting, no se eligió comenzar por el más simple, el grado 1, sino que se reservó el grado 4, que ofrece el río Manso en su último recorrido rumbo a Chile. Mucha instrucción previa, muchos cascos, chalecos y remos, pero no imaginamos que uno de los botes quedaría vertical en un rápido, y todos terminaríamos en el agua. Fue mucha adrenalina, pero no impidió que luego hiciéramos otras bajadas del río Limay o varios sectores del Manso. Para darle el gusto a algunos con alma de gaucho, organizamos destinos para caminar o cabalgar, visitando áreas rurales, donde los pobladores nos premiaban con tortas fritas para acompañar el mate cocido infaltable, o nos vendían su producción de pan casero, huevos o dulces. Pero si hay algo que nos volvió fanáticos, fue visitar termas cercanas, o las innumerables chilenas, cercanas a los volcanes o en islas del Pacífico. Algunas tienen infraestructura de lujo y otras precarias y salvajes. Luego de los baños, competíamos para ver quien tenía la piel más suave o las articulaciones más lubricadas.
Pero, si hay que enumerar aventuras irrepetibles, el podio lo ocupa la expedición a Cuchillo Curá, cerca de Las Lajas en la Provincia de Neuquén. Allí hay cuatro cuevas y en dos, practicamos espeleología. Reptando, gateando y caminando por trechos, nos aventuramos 2 kilómetros bajo tierra y a metros de profundidad. Por suerte nos proveyeron de cascos ya que las estalactitas nos rozaban la cabeza. Nos faltaba alguna salida en tren, y no cualquiera. Hicimos varias veces viajes cortos o extensos en la famosa e histórica “Trochita“. Alquilamos todo el tren para el grupo y familiares. Los empleados ferroviarios, nos guiaban orgullosos mostrando los talleres y el museo. Durante el viaje, hicimos lista de espera para los que deseaban viajar en la locomotora. La estepa nos vio pasar bullangueros entre humo y vapor. Hablando de experiencias férreas, la más original fue la que vivimos en la localidad Cerro Chico, una de las estaciones de la “Trochita“. Un grupo de fanáticos de los trenes, armó con elementos varios, una zorra que recorrería las vías del ramal desactivado, impulsada por dos motores, uno de ellos de un auto Citroën. Muy abrigados, sentados precariamente partimos del pueblo, cruzamos el Río Chico por el famoso puente Bailey de 106 metros de largo, para entrar luego en un túnel curvo excavado en la roca, el único de todo el recorrido. Autos, ómnibus, gomones, catamarán, caballos, raquetas, zorras y trenes. ¿Qué más podremos inventar para que el GEDA siga vigente, atrayendo a tantos aventureros con quien compartir experiencias que nos unen, en el amor por la montaña y la Naturaleza?
PD: Muchas gracias Liliana Schiavo por el texto y las fotos.