El origen del Grupo Excursionista de Adultos (GEDA) – Por Liliana Schiavo
Un muy reconocido guía de la Escuela Juvenil de montaña, Don Alfredo Slipek, tenía el poder de lograr que muchos niños comieran la polenta que jamás probaban en sus casas, o que soportaran el frío nocturno y el piso duro de sus carpas. Otras veces escuchaba con paciencia el reclamo de padres sobreprotectores. Así, después de años de reproches, Alfredo tuvo que elegir: eliminar padres o salir con ellos a la montaña. A un mínimo grupo de apenas cuatro, incluídos él, su señora Erika y otro matrimonio, se fueron sumando amigos, vecinos, socios, hasta que el anuncio oficial de salidas apareció en la cartelera del Club. Así surgió Alfredo como guía, y su señora se convirtió en primera dama, secretaria, tesorera, jefa de cocina, y mediante un seudónimo, ganó un concurso imparcial, al diseñar el escudo que nos representa hasta hoy.
Otra integrante dotó al grupo de un nombre formal GEDA. Tal vez asombrados por nuestra impecable organización y cantidad de seguidores en aumento, nos apodaron “el PAMI” o tradujeron GEDA como “geriátrico de altura”. Pero, cómo definir a sus integrantes: conjunto de seres con distintas capacidades físicas, adaptables a todo terreno, que abandonan novios-as, esposas o maridos, amantes, hijos y nietos, trabajo, sin importar el clima, las fechas patrias, religiosas, o el día del padre, la madre, o del trabajador. Siempre se convocó a personas comunes, no a experimentados montañistas, y aunque los guías y ayudantes, siempre nos impulsan a llegar a la cima, también nos mueve el anhelo de compartir vivencias inolvidables, conocer y explorar sitios nuevos y muy poco frecuentados. En un grupo tan heterogéneo, no faltan biólogos, médicos, geólogos, contadores, guías de turismo, historiadores, muchos ingenieros o físicos nucleares, apodados “los atómicos”, y cada uno va aportando y enriqueciendo el saber de todos.
En los senderos se habla de todo, y surgen las preguntas infaltables: cómo se llama esa flor, que pájaro será ese, me pasarías la receta de tu torta o el licor que probamos, esas rocas serán volcánicas, qué yuyo nos recomendás para dormir mejor o para el mal de amores?. También tenemos muchos fotógrafos fanáticos de paisajes, aves, flora, o detalles mínimos, como una hoja, una huella, un hongo y es Vito Carra quien se especializa en documentar cada instante de la salida y la infaltable foto de cumbre con banderas varias.
El guía actual, Roni Monrás, porta en su mochila una lata pintada de rojo, con calcos varios, y una libretita, donde los que llegan a la cima completan con su nombre o frases, para dejar allí ese testimonio del CAB para la posteridad. No niego que costó educarlos en las normas o “mandamientos”: aprenderás a respetar la fila india en picadas estrechas, no fumarás, no hablarás de política o religión, no traerás perros u otras bestias peligrosas. Ante un objeto perdido u olvidado, se crea la obligatoriedad de traer chocolate para compartir, los cumpleaños no deberán ocultarse, aunque se permite omitir la edad si se aporta torta, masitas o delicatesen. Se autoriza a dormir siesta o relajarse 20 minutos luego del almuerzo en la cumbre.
Toda esta delicada organización es auto gestionada por una Subcomisión de voluntarios que junto a los guías proponen los sitios a visitar, permisos, y compras para las salidas más largas y complejas.
A pesar de las 39ª temporadas del GEDA, no hemos perdido la energía inicial y el deseo de cumplir con el legado de los fundadores del Club Andino: VIVIR EL AMOR A LA MONTAÑA.
PD: Muchas gracias Liliana Schiavo el texto y las fotos.