El 13 de agosto se celebra un nuevo aniversario del Club Andino Bariloche, en un momento particular que nos toca vivir por primera vez en la historia de la institución, que nos hizo notar con fuerza lo que extrañamos y queremos a la montaña y mostró una vez más la importancia de respetar y cuidar la naturaleza, uno de los
principios fundadores del club.
El presidente del Club Andino Bariloche (CAB), Martín Enevoldsen, resaltó que este aniversario del club llega en un
momento muy particular que «nos toca vivir por primera vez en la historia del club, de alguna manera un llamado de
atención de la naturaleza para que recapacitemos del ritmo que veníamos viviendo».
La suspensión de las actividades durante este largo tiempo llevó a tener una visión más clara de lo mucho
«que queremos y extrañamos a la montaña». Destacó que «el club nunca tuvo el parate que ha tenido y es grato que
más allá de la crisis y la incertidumbre que hay en las distintas actividades, los socios siguen manteniendo
conexión con el CAB, preguntando sobre las actividades de las distintas estaciones que tiene el club y de alguna
manera reafirmando lo que significa la montaña para ellos».
Se aprovechó este tiempo para hacer una reforma integral de la sede que hacía 75 años que no tenía un cambio de
esta magnitud. «El año pasado habíamos celebrado los 75 años de la inauguración de la sede, que fue construida en
una donación encubierta que hizo Luisa Capraro», comentó Enevoldsen y recordó que ante la imposibilidad de realizar la donación por un decreto, «hay una escritura donde le vende el predio por un peso».
Resaltó que en este tiempo de pandemia se pudo apreciar lo que ocurre cuando no se invaden tanto estos espacios y así «la naturaleza recupera la memoria y tenemos las nevadas que hemos tenido durante este tiempo de no pisar la montaña». Esto llama a reflexionar sobre la importancia de la naturaleza y la responsabilidad que tiene el Club de cuidarla y preservarla.
«Sabemos que después de esta pandemia el club va a tener una responsabilidad más importante de la que tiene,
seremos responsables de canalizar muchísimas salidas de trekking, que la gente hoy está pendiente de hacerlas,
seguramente va a ser un boom cuando termine porque van a querer recuperar el tiempo perdido».
Así se seguirá el legado de los fundadores, cuidando la naturaleza y asumiendo la responsabilidad al subir a la
montaña. Sin duda la pandemia sirvió para reforzar estos valores.
Este año la Escuela de Ski y Snowboard abrió en forma más acotada, manteniendo vivo el espíritu del club, aún en
momentos tan particulares como este, dando cumplimiento al cartel que está en la puerta de la
sede, que dice: «Bajo este techo vive el amor a la montaña».
Así los dirigentes y socios del club continúan trabajando tratando de ser lo más fieles posible a este mensaje. «Es
como que estás subiendo una montaña y te agarró el mal tiempo, tenés que protegerte y estar preparado para que
cuando aclare puedas salir a disfrutar las cosas buenas que nos da la montaña».
El presidente honorario del Club y presidente del CAB por muchos años, Vicente Ojeda, ve muy bien la institución,
fiel a los fines que le dieron origen aquel 13 de agosto de 1931. «Nací en la montaña, toda mi vida se desarrolló
cercana a la montaña, viviendo al pie del Otto después de haber nacido en Tronador. Mi padre era guía de montaña,
baqueano siempre estuve vinculado al tema, empecé a esquiar a los 6 años», recuerda Ojeda y cuenta que
inmediatamente se hizo socio del club y a los 18 ya estaba junto a Hugo Jung y Víctor Enevoldsen, colaborando en
distintas subcomisiones y luego en la comisión directiva. Luego, con el correr de los años se convirtió en el
presidente más joven del CAB, con 32 años.
Destacó que el club haya podido seguir funcionando en este momento de pandemia y consideró que esto «ya es un
logro». Lamentó no poder tener la reunión clásica del aniversario, con un desayuno compartido, «tan importante para
nosotros y para el club mismo y espero que lo podamos hacer para el 90° aniversario».
Por su parte, Hugo Jung resaltó la importancia de cuidar la montaña y no dejar basura. También presidente del CAB
por varios años resaltó que hoy con los equipos que hay «se puede hacer cualquier cosa» y recordó que en aquel
tiempo se usaba una soga que se mojaba y se ponía dura y los zapatos se llenaban de agua. Sin embargo «hoy no voy a decir que no son unos capos los montañeses».
Respecto al auge de la actividad de montaña reconoció que tiene un conflicto interno porque «yo tengo la montaña de
una manera diferente a la del turismo, los refugios no son como antes, no teníamos refugiero, teníamos que hacer
todas las cosas por nuestra cuenta».
«Hoy la gente vive apurada, sube a la montaña apurada porque ya tiene que volver, es otro pensamiento y otra
actitud, nosotros teníamos mucho tiempo, hay cosas que no van a volver nunca», reflexiona.